miércoles, 10 de agosto de 2016

12:57 sin pensarlo.

Finalmente las mañanas, una tras otra, parecen mediodías
asfixiándose en la habitación,
sin aves ni sol y una taza de café posada en el velador enfriándose.

Un encierro en una ciudad ajena
y el controlador de la tv olvidado para no molestar la idea esquiva
que ha cruzado el umbral, para no volver.

Son las semillas dejadas a los pies del mes
como los dígitos del r.u.t en algún mesón de pueblo
o simplemente la huida de un hombre que se anestesiaba en las escuelas.

Precipicios.
Lamentaciones.
Arrastrence lejos de mi.

Mientras María José alimenta a los perros,
fumo.

El reloj marca la hora más tardía.

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